La ironía supura entre las escamas, el sarcasmo es máscara de la jindama,
el tumor no es simiente, no propone abrazos, solo resquemor y tráfago.
Busca un mentor que ponga rienda a tus donaires germinales,
que ante la zapa malevolente, incube tus sabores y triunfos con su aliento.
Saurio encinto en tu invernal solsticio, vela tus armas luminosas
entre las láminas del diapasón de las buenas intenciones,
bajo la sombra de la estalagmita paciente y tus patentes prodigiosas.
Pon a punto la dinamo de tus sueños, la arboladura del galeón
de tu singladura futura en mar abierto, siempre crespo,
y apura el descanso hasta que te arrulle el suspiro del divino orfeón.
Aguarda tu sazón, no te precipites, no es momento ahora, ni estación
propicia para el peregrino, cuando Mefisto acecha y persigue tu contraventura,
ahora, que aún gestante y tierno el guisante, te devoraría con delectación.
¡Templa tu genio, como el frío acero, en la redoma de la calva ocasión!
¡Siente el enjambre de tus semillas formarse en torbellino interno!
¡No entiendas el idioma de los halagos de epitafio, ni atiendas al rezongue
de gigantes y cancerberos cecucientes que ansían tu gobierno!
Queda en tu Nínive hasta la aurora del equinoccio sin dejar testimonio
de tu mutación en pos del proverbial destino al que finges renunciar.